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Cómo ser un manager resiliente

Ahora que es tan habitual escuchar la palabra resilencia aplicada a empresas y empleados, vamos a hablar sobre la misma aplicada a un manager de equipo.

Carlos Heres

Carlos Heres

Lectura 11 minutos

Publicado el 8 de noviembre de 2022

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Resiliencia es una de esas palabras que se escuchan cada vez más, y para oídos inexpertos parecen una expresión en boga sin profundidad, a medio camino entre la jerga de Silicon Valley y la psicología popular aplicada a los negocios (sinergia, disrupción, holístico, nueva normalidad…) pero tras ella hay mucho más de lo que se aprecia a simple vista.

Empecemos por definir el concepto, para poder analizar sus características y aplicarlas a modo de consejos.

Qué es la Resiliencia

Según la RAE, la resiliencia es la capacidad de adaptación de un ser vivo frente un agente perturbador, estado o situación adversos, y también la capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial tras una perturbación.

De esto podemos extraer que se trata de una propiedad que posee algo o alguien para lidiar con otra entidad o con el propio entorno y volver al estado inicial en el que se encontraba antes de encontrar la adversidad.

En Antifrágil: las cosas que se benefician del Desorden (2012), el autor Nassim Nicholas Taleb consideran que existe un estadio ulterior a la Resilencia, que denomina Antifragilidad. Según él, esta idea va más allá de la resiliencia o la robustez, pues es todo lo que mejora a base de recabar información sobre su entorno. Quizá nos recuerde al célebre aforismo de Nietzsche, “lo que no te mata, te hace más fuerte”. No obstante, nos centraremos casi única y exclusivamente en la resiliencia, siendo conscientes de que, como en todo, se puede ir aún más allá. La mejora del individuo es el objetivo ulterior de esta Resiliencia 2.0, más allá de la recuperación.

Características de la Resiliencia

La Resiliencia es la virtud de recuperarse, y al igual que otras virtudes como la Moderación, la Justicia o la Valentía, no es posible alcanzarla, sino que es un ideal por el que guiar nuestras acciones. Si bien no podemos llegar a ella sí que podemos cultivarla, como una tarea que no se realiza una sola vez, sino que se mantiene en el tiempo como un hábito: Nunca te has cortado el pelo de forma definitiva, sino que has necesitado volver por la peluquería un par de meses después, y no puedes pasar una cortacésped de una vez por todas, ya que la hierba volverá a crecer. Por tanto, habrá días mejores y peores y nunca obtendremos la Resiliencia, ya que la Resiliencia misma será el camino.

En Resilience: Hard Won Wisdom for Living a Better Life (2015) Eric Greitens menciona la noción de uneven Resilience, que podemos traducir por Resiliencia desigual. Según esta idea, alguien que para nosotros puede ser un paradigma de esta virtud en un área puede no serlo en otras áreas de su vida. Por ejemplo, esto es común en personal militar en zonas de conflicto o atletas de élite, quienes han cultivado la resiliencia día tras día. Es posible que ante situaciones cotidianas de estrés (como realizar una entrevista de trabajo o algún que otro proceso burocrático) se vean superados emocionalmente. Por tanto, entendamos que la Resiliencia, si bien importantísima, no es una virtud que pueda transferirse de unas áreas a otras de nuestra personalidad. Todos somos un espectro de reacciones y emociones según qué nos pongan delante. Si eres apático frente algunos temas, deberás ser asertivo frente a otros tantos, y viceversa.

Siguiendo con Greitens, en el mismo libro comenta que nuestro enfoque popular sobre la resiliencia es erróneo, ya que no nos recuperamos de los golpes emocionales. El emprendedor que ha fracasado en su proyecto no vuelve a ser un emprendedor inexperto, sino que puede aprender de sus errores. Nunca volvemos al estado original, ya que el tiempo siempre fluye hacia adelante, queramos o no. Esto no significa que no podamos superar nuestros traumas, sino que nosotros crecemos y ellos se hacen más pequeños. De hecho, la película Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Michael Gondry, 2004) es un experimento narrativo muy interesante: ¿Qué pasaría si pudiéramos volver atrás tras una mala experiencia y regresar al verdadero estado psicológico anterior? Os la recomiendo encarecidamente.

Recapitulando, las tres características que hemos comentado serían:

  • Es una virtud
  • Es desigual
  • Es irreversible

Consejos para ser un mánager resiliente

Ahora bien, hemos llegado al quid de la cuestión. Toma nota, pues aquí van unas cuantas recomendaciones.

Proactividad

En el superventas Los siete hábitos de la gente altamente efectiva (1989), Stephen Covey nos recomienda como primer hábito ser proactivo, es decir, saber anticipar eventos futuros, propiciándolos o adelantándonos a ellos para conseguir lo que queremos. Se trata de una cualidad de la autonomía, ya que mediante ella nos sabemos valer por nosotros mismos.

Proactividad puede ser asumir responsabilidad, estar informado, saber hacia dónde te diriges y tomar tus propias decisiones. Por no decir que cualquier persona es mucho más resiliente cuando tiene un propósito: A base de clarificar nuestros objetivos personales o empresariales, gestionamos nuestros recursos y encaminamos los esfuerzos (emocionales o no) hacia dichos objetivos.

Aprende a estar incómodo

Quizá sea el consejo más trivial posible: Si deseas fomentar la Resiliencia, es muy importante salir de la zona de confort, y de esta manera, practicar a estar cómodo en la incomodidad. Normalmente, la expectación nos hace crear situaciones en las que nos ahogamos con un vaso de agua. Salir de lo predecible de nuestras rutinas nos crea contrastes psicológicos muy grandes, en los que se producen conflictos internos. Por ejemplo, nos da pereza ir al gimnasio, pero una vez allí todo marcha sobre ruedas. También, la perspectiva de una presentación importante nos puede convertir en un manojo de nervios, pero una vez en curso tenemos mucha más soltura de la que esperábamos.

El autor francés Honoré de Balzac afirmaba que nuestras peores desgracias nunca pasan, y la mayoría de las miserias llegan con anticipación. Es mediante dicha anticipación a través de la cual engendramos los peores miedos, que no siempre se materializan. Simplemente, tengamos presente inyectar de vez en cuando unas migajas de estrés en nuestras vidas, mediante nuevos proyectos, metas y retos.

Buen talante

Como habrás podido intuir a estas alturas, una actitud positiva nos ayuda a mantenernos resilientes. Riámonos de nosotros mismos, pues errar es humano, y como se le atribuye a Immanuel Kant, “De la torcida madera de la humanidad, no se ha hecho ninguna cosa recta”. De modo que un poco de humor, por favor.

Asimismo, hay que tener siempre en cuenta que el mánager debe ser muy consciente de qué imagen proyecta emocionalmente, ya que un estado de ánimo (tanto positivo como negativo) es muy contagioso para los subordinados. Un gestor que mantiene la claridad mental, afronta los retos con entusiasmo y no se desborda al primer contratiempo insuflará una gran motivación y resiliencia al equipo.

Siempre cubierto

Propón una serie de cambios estratégicos, a base de añadir y eliminar: Ten un plan alternativo. Sí, pero… ¿Por qué quedarse en el plan B? Un plan C y un plan D nunca vienen mal. La previsión nos hace tener la situación bajo control, y nos ayudará incluso cuando todo falla, a la hora de descartar opciones de forma rápida, decidir e improvisar. Una estrategia interesante contra las emergencias es abrazar la redundancia, añadiendo “repuestos” aunque aparentemente no hagan falta y asegurando de que el proyecto marche ante cualquier eventualidad. No obstante, añadir no es la panacea; Eliminar también es un arte en sí mismo. Deshagámonos de aquello que nos produzca ese indeseado estrés, como los malos hábitos y malas prácticas en la empresa. En resumen, se trata de mantener nuestras opciones abiertas.

Referentes ilustres

La historia nos ayuda a poner las cosas en perspectiva. Al igual que comentábamos en el artículo sobre las habilidades imprescindibles para ser un buen líder las biografías siempre han sido una gran fuente de inspiración. Por ejemplo, conociendo las hazañas del trampero Hugh Glass en su odisea por la supervivencia (adaptada por Iñárritu en el film El Renacido, 2015) somos capaces de ver que nuestras adversidades, habitualmente, no tienen ni punto de comparación. Asimismo, un conocimiento de la Historia nos hará apreciar cómo las decisiones de las personalidades de época, fueran erradas o no, devinieron en resultados insospechados, y cómo dichas personalidades solventaron los retos y frustraciones que les tocaron. Pese a que los tiempos y circunstancias cambien, nuestros anhelos y quebraderos de cabeza son casi siempre los mismos, y una perspectiva fundamentada de la Historia nos ayuda a no llevarnos por lo emocional.

Consciencia

No solamente la Historia nos ayudará a ser más resilientes, sino también la Filosofía (como el Estoicismo o el Budismo) puede aportarte una perspectiva amplia y sosegada sobre la naturaleza de la existencia. A su vez, conviene investigar alguna de las técnicas de consciencia plena (como el mindfulness) que ayudarán a que no nos dejemos llevar por la ansiedad, el arrepentimiento o la apatía. Siendo conscientes del momento presente aprenderemos a apreciar las situaciones sin juzgarlas, separando el grano de la paja y quedándonos con lo bueno, deshaciéndonos también de lo que no nos beneficia. Al ver la vida a través de un prisma de objetividad ayudaremos a evitar la angustia.

Evita el pensamiento catastrófico

Ahogarse en un vaso de agua no beneficia a nada ni a nadie. Lo hecho, hecho está, y no hay ataque de ansiedad que pueda cambiar el futuro. El catastrofismo es una sucesión en la que pensamientos lógicos desencadenan poco a poco en ilógicos, llegando a conclusiones no solo precipitadas sino también muy improbables e irreales. Romper esta cadena es lo que más nos ayudaría a evitar este tipo de pensamiento, ayudándonos a ser más resilientes.

Tomémoslo con objetividad y seamos conscientes de dónde estamos exagerando. Una buena manera de mantenerlo a raya es seguir el consejo de la proactividad y realizar una lista de pasos a tomar que ayuden a subsanar el impacto del error, dándonos cuenta de que somos muchísimo más efectivos si nos ocupamos de lo que sí está bajo nuestro control.

Como sabrás, los managers soportan mucha carga mental en lo que refiere a objetivos corporativos. ¿Qué ocurriría si no se cumpliesen? Es probable que “no llegar” no sea un fracaso absoluto, ni tampoco una tragedia. Una meta es un ideal a alcanzar, y no es lo mismo que un mínimo a cumplir, el cual sí deberá ser suplido. Los objetivos muchas veces reflejan un escenario demasiado optimista, y poner cada uno de ellos en contexto nos ayudará a liberar carga mental y a enfocarnos en ellos adecuadamente. No se trata de ganar el partido sino de ejecutar correctamente cada jugada, y después la siguiente y la siguiente lo mejor posible, para así finalmente obtener el éxito.

Confianza y control

Es necesario disponer de una sana confianza en nosotros mismos, amén de nuestros camaradas y subordinados. Sabemos que podemos delegar en ellos, que el trabajo será bien ejecutado y entregado a tiempo, y que las dificultades que vayan apareciendo serán subsanadas adecuadamente. Confiaremos en nuestras fortalezas, siendo a la vez conscientes de nuestras debilidades y limitaciones, para estar en constante búsqueda de la excelencia. Una buena herramienta para ello es el famoso análisis DAFO (Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades) y si nos cuidamos del catastrofismo, también consideraremos una adecuada gestión de nuestras expectativas personales. Es probable que estemos generando mucha frustración al estar obcecados en llegar a óptimos que nunca se van a cumplir.

El control de la situación es la piedra angular de la Resiliencia, y si no podemos estar al control de la situación, siempre podemos estar al control de nuestras emociones. Para ello, debemos aprender a separar el estímulo (el hecho adverso) de la respuesta (nuestra reacción). Respira hondo y cuenta hasta diez: Entre estímulo y respuesta hay un espacio en el que reside nuestra libertad de elegir.

Ten presente la naturaleza de la Resiliencia

No le pidamos peras al olmo. La Resiliencia es una virtud, y como tal no se alcanza, es un camino. Habrá días mejores y otros peores, ya que depende mucho de nuestro estado de ánimo. Es irregular, siendo quizás más natural aplicarla en unas áreas de nuestra vida que en otras, pudiendo generarse grandes contrastes. Es irreversible, ya que no es posible dar marcha atrás en el tiempo y volver a un estado psicológico previo, las experiencias que vivimos pasan a formar parte de nosotros.

Y por último, pero no menos importante, ten en cuenta que existe una dimensión paradójica en todo esto: la Resiliencia es una virtud que cuando mejor se ejercita es ante las adversidades, cuando nos ataca el desasosiego y nos sentimos más perdidos. Por ello, es posible que de primeras se nos escape el ejercicio de ésta y la veamos como una disciplina fútil. No obstante, significará que vamos por buen camino, pues es un ejemplo claro de cómo queremos ser. Considera una solución aristotélica: si quieres ser un mánager resiliente debes comportarte, pensar y actuar como lo haría un mánager resiliente.

Conclusión

Tal como se puede apreciar, la Resiliencia como concepto no es nada del otro mundo. De la forma más breve posible, podría decirse que no es sino la virtud de salir adelante.

Nos permite reaccionar y actuar de forma apropiada y productiva, manteniéndonos serenos durante los períodos de estrés. Dado que somos conscientes que las dificultades son la perfecta oportunidad para mejorar y aprender, podremos mostrar una indiferencia emocional ante cambios indeseados. La perseverancia es enemiga de la adversidad, ya que cuanto más lo intentemos más probabilidades tendremos de subsanar las dificultades y conseguir lo que nos proponemos.

Por ello, la resiliencia nos ayudará a ser tenaces, y ser tenaces nos ayudará a mantenernos resilientes.

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